Los meniscos (del griego menískos, ‘lunita’) son láminas fibrocartilaginosas en forma de semiluna situadas entre los huesos de ciertas articulaciones (clavícula, costillas, muñeca, mandíbula y rodilla principalmente) como piezas de ajuste articular.
En el caso de la rodilla hay un menisco en la parte interna y otro en la parte externa. Se encuentran adheridos justo al borde del platillo tibial aumentando así la superficie articular entre el fémur y la tibia, favoreciendo la movilidad de la rodilla.
El menisco interno tiene forma semilunar, más abierto que el externo que es casi circular, y es el que se rompe con mayor frecuencia porque está unido a la cápsula articular y tiene menor libertad de movimientos que el menisco externo.
Al no ser anillos cerrados, los extremos o cuernos de cada menisco quedan uno delante (cuerno anterior) y otro detrás (cuerno posterior) al sentido de la rodilla.
Función de los meniscos
Su función es la de estabilizar la articulación y amortiguar el rozamiento entre las superficies óseas, evitando el desgaste del cartílago articular del hueso.
Tipo de lesiones del menisco
Las disecciones o roturas de los meniscos pueden ser degenerativas o traumáticas. También son lesiones frecuentes de la práctica deportiva por giros violentos de la rodilla.
Dependiendo de si la rotura es completa o incompleta, esta dará mayor o menor limitación funcional y condicionará el tiempo de recuperación tras la operación.
El quiste meniscal se asocia generalmente a una rotura horizontal en la que el centro del menisco va degenerando y termina expulsando el contenido hacia el lateral formando el quiste.
Síntomas de la rotura del menisco
Cuando se rompe o se desgarra, el menisco puede desplazarse fuera de su sitio (luxación de menisco) y bloquear total o parcialmente la rodilla imposibilitando extenderla, provocando dolor agudo en los laterales de la rodilla afectada.
Puede haber derrame articular (líquido en la rodilla) tras la rotura, pero es raro que haya sangre en el derrame. Cuando hay sangre suele indicar una lesión asociada de un ligamento cruzado o una fractura ósea.
- Dolor en la cara interna o externa de la rodilla
- Inflamación por derrame articular.
- Bloqueo de la rodilla.
Diagnóstico de patología de menisco
La base del diagnóstico es la exploración de la rodilla. Se valora si hay deformidad de las rodillas, si existe derrame y si la movilidad de la rodilla es completa e igual a la de la otra pierna.
También se emplean pruebas de imagen como la radiología y la resonancia. La radiología de rodilla no deja ver los meniscos pero sí permite observar el espacio articular y los extremos óseos.
Ante la sospecha de lesión meniscal hay que realizar una resonancia para visualizar los meniscos y determinar el tipo de rotura, si existe luxación del mismo, y si hay derrame asociado.
- Exploración física
- Rx convencional
- Resonancia Magnética
Para los casos de duda se recurre a la artroscopia diagnóstica de la rodilla. La artroscopia utiliza una cámara que se introduce en la articulación por una pequeña incisura, lo que permite observar las estructuras de la rodilla desde dentro e identificar cualquier lesión meniscal.
Cuando se hablamos de una lesión menor, y se puede tratar a través de la fisioterapia, se suele realizar el test de McMurray, que consiste en una exploración manual de la cara interior o exterior de la rodilla en función de donde esté la lesión.
Durante la realización del test, si se observa dolor intenso o chasquidos, podría considerarse un positivo para el diagnóstico de una lesión en los meniscos.
Tratamiento de la rotura de menisco
De entrada, hay que tratar el dolor y la inflamación y se recomienda mantener la rodilla en reposo y andar con muletas. Pero si el bloqueo de la rodilla es muy importante, puede indicarse la cirugía de inicio.
La operación de menisco
La cirugía del menisco se realiza generalmente por artroscopia, técnica mínimamente invasiva que reduce las complicaciones de la cirugía abierta de menisco (hasta un 50% menos de infecciones) y permite una recuperación más rápida.
Las dos técnicas más habituales son la meniscectomía parcial (extirpación parcial) y la sutura meniscal. Siempre que sea posible se prefiere suturar el desgarro porque conserva el menisco íntegro y ofrece mejores resultados a largo plazo. Se ha evaluado que la extirpación del menisco se asocia a un mayor desarrollo posterior de artrosis.
Ambos procedimientos se realizan con anestesia local o con anestesia raquídea y en muchos casos se puede abandonar el hospital el mismo día de la intervención o a la mañana siguiente.
Recuperación tras la operación de menisco
Tras la meniscectomía parcial se puede apoyar el pie desde el primer día, aunque se recomienda una semana de reposo relativo y rehabilitación posterior. En mes o mes y medio se suele poder realizar vida normal.
Tras la sutura meniscal se debe permanecer 3 semanas sin apoyar la pierna. Pasado ese tiempo se inician el apoyo y la rehabilitación, que puede prolongarse durante varios meses.
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